Cuando oímos Botox inmediatamente nos viene a la cabeza la imagen de una finalidad estética del mismo ya que tiene un gran efecto rejuvenecedor al reducir las arrugas de expresión faciales.
A nivel Maxilofacial la toxina botulínica también se ha utilizado para el tratamiento del síndrome de Frey (tras cirugías de la glándula parótida), hipertrofia maseterina, sonrisa gingival, reducción de cicatrices, fístulas salivares, síndrome miofascial de la articulación temporomandibular, blefaroespasmo, parálisis facial... Una lista de indicaciones que crece constantemente como tratamiento o alternativa menos invasiva.
Como publicó Khanna en 2006 el Botox: es un veneno que cura y que hay que saberlo utilizar tanto para mejorar el rostro de los pacientes como para tratar ciertas patologías.
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